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  • De visita en tu propia casa? – Día de Cata #8

    Un dia en la vida de Cata banner

    There is no place like home, ¿verdad? Así se siente cuando venimos de visita. No sé si es porque extrañamos, o porque vemos cómo se divierten nuestros hijos con sus primos, o porque realmente está todo mejor, pero cada vez que venimos, sobre todo los últimos dos viajes, vemos todo más lindo, y yo, al menos, ya no me quejo ni del tránsito, ni del caos de la ciudad, ni de los precios, ni de las cosas que funcionan mal. La hermana de Julián me dijo que es porque no vivo más aquí y porque hago vida de vacaciones, pero que está todo tan igual que siempre. De hecho a ella le encantaría vivir en Miami. Eso de que uno valora las cosas cuando no las tiene más pega muy cerca en estos momentos. Dan mucha pereza las maletas, los traslados, la incomodidad del avión y la falta de un lugar propio aquí (nos instalamos donde mis padres), pero los encuentros con amigos y familiares compensan todo.

     
    Aunque para el avión dejaría un capítulo aparte. Cuando yo era soltera y viajaba, era de las que se quejaban de los niños que lloraban, gritaban o pateaban los asientos. Bueno, mis hijos hacen todo eso y más. Y lo peor es que a Julián nadie lo mira con rabia. Todas las miradas acusadoras del avión están dirigidas a mí. Así que se imaginarán con el agotamiento que llegué. Pero, en estos viajes no hay tiempo de siestas reparadoras, y menos aun con niños. El circuito de visitas empieza prácticamente desde el aeropuerto. Mi padre fue a recogernos para llevarnos a su casa, y apenas nos acomodamos, llegaron mis hermanos con sus respectivas parejas e hijos. Sofi, que ya está más grande, jugó sin parar con su prima Valentina, de 5. Aunque fue inevitable que acaben peleándose por unas muñecas mias que mi mamá aun conserva. Claro, Valen las usa cada vez que va donde sus abuelos, pero Sofi ni las conocía. Y si bien por herencia le corresponden a mi niña, no podía quitarle mi muñeca a mi sobrina. Es difícil a veces ser neutral con las peleas de niños. A la vista de los demás siempre lo soy, ¡hay que serlo!, pero cuando veo llorar a alguno de los dos, quisiera defenderlos y regañar al que sea. Y esa solo fue la primera de unas cuantas pataletas, fueron días muy intensos de mucho tiempo juntos, no solo con sus primos, sino también con los hijos de mis amigas. ¿Qué pasará por sus cabecitas? ¿Se divierten más con los niños de aquí o preferirán sus amiguitos del colegio? ¿Será que todo ese cóctel de emociones lo sufrimos Julián y yo y para ellos es todo natural? Ya lo veremos el día que partamos rumbo a casa, a casa de Miami.

    Con la familia de Julián es todo más relajado, solo tiene una hermana, la que se casa el sábado, y su papá ya no está. Son pocos, por eso casi no hay ruido cuando nos reunimos. Pero los chicos prefieren la bulla de la casa de mis padres y no entienden que tenemos que repartirnos. Mariana me estaba esperando para la última prueba de su vestido, ella me considera como la hermana que no tuvo. Así que, además de todo lo que tenía que coordinar en mi cabeza, organicé este viaje para llegar una semana antes y poder acompañarla en lo que necesitara. En el atelier de su modisto se veía como una princesa. Hasta me dieron ganas de volver a casarme. Aunque ahora que lo pienso podríamos hacer una renovación de votos para el décimo aniversario con Julián. Y así podría volver a vestirme de blanco. ¡Qué risa somos las mujeres! Nos perdemos por un vestido blanco.
    Pero ahora no es momento de pensar en eso. Me esperan días muy movidos y una boda en menos de una semana.
    Voy a recargar energías, y la próxima les cuento los detalles de la fiesta.

    ¡Hasta pronto! Cata

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