Quote of the week
“The great motherhood friendships are the ones in which two women can admit [how difficult mothering is] quietly to each other, over cups of tea at a table sticky with spilled apple juice and littered with markers without tops.” ― Anna Quindlen
La sinceridad de los niños es asombrosa, y muchas veces nos hacen reír a carcajadas con sus contestaciones sin filtro.Tomy es uno de esos niños que cuando algo no le gusta lo dice (¡o lo grita!) sin problemas, donde sea y delante de quien sea. Y no porque no lo hayamos educado bien, creo que es algo de su personalidad que va más allá de cualquier modal. Es así, transparente. Aunque muchas veces me siento avergonzada porque veo a otros niños que son más obedientes (o más sutiles) a la hora de hacer algo que no les agrada demasiado. Para colmo, cuando me junto con mis amigas y les cuento alguno de esos episodios, nunca falta la que dice que el suyo jamás le hizo una pataleta así, que desde pequeño le enseñó y bla bla bla.
Yo sé que las que aparentan que su vida es perfecta y que sus hijos son ejemplares, en realidad tienen tantos problemas como yo y como todo el mundo, pero el fin de semana llegué a plantearme si de verdad era una buena madre. Lo llevé a Tomás a un cumpleaños de un amiguito en el que había una cancha de fútbol. A la hora de armar los equipos, mi hijo dejó afuera a un amiguito porque, según él, juega mal y él quería ganar. Cuando ví lo que pasaba (mientras el niño apartado lloraba desconsoladamente) me quise morir. ¿Desde cuándo este niño es tan competitivo? Es cierto que el otro no le pega muy bien a la pelota (después lo comprobé), pero nosotros en mi casa le enseñamos a compartir, a jugar en equipo, y él, si bien tiene una honestidad bruta, sobre todo en nuestra casa, nunca había sido tan cruel con un amiguito.
Claro que la mamá del otro me quería asesinar, y la entendía. Hace un tiempo, casi recién llegada a Miami, estaba en el parque de Brickell Key y un niño de cinco años le pegó a Tomy (que todavía no había cumplido los cuatro). Cuando ví lo que había pasado fui a decirle a la mamá que cuidara mejor a su hijo, que le enseñara que no hay que pegar, y unas cuantas cosas más. Muy tranquila (aunque enojada por mis regaños), la mujer me miró y me dijo: “Ya te va a pasar”. Como una maldición. Y me pasó.
Estos comportamientos no son nuevos, ni siquiera de esta generación. Yo recuerdo que de niña me peleé y lloré montones de veces por culpa de otros niños. Lo que no recuerdo es que mi mamá o mi papá se sintieran malos padres. Creo que eran más relajados, y siempre minimizaban todo. Para mí cuando les pasa algo de este estilo a alguno de los dos, es un drama, y me siento culpable. Si estoy tooodo el día con ellos. ¿Será que me estoy volviendo muy obsesiva? ¿Será que tengo que hacer algo más que mi trabajo de mamá full time?
Creo que voy a volver a estudiar, siempre tuve ganas de hacer el curso de realtor. Sé que hay millones de realtors, pero me divierte la idea. Lo voy a charlar con Julián, ¡y con Marta! Ella tendría que cuidar unas horas más a los niños.
Hoy mismo voy al Miami Dade College a averiguar todo.
¡Hasta la próxima!
Cata
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