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  • Día de Cata – San Valentín

    Un dia en la vida de Cata banner

    Cada vez que tengo que preparar tarjetas, dulces o disfraces para el colegio de los niños, me recuerda la fecha en la que estamos y me pregunto cómo es que pasa todo tan rápido. Esta vez tocó San Valentín. Cuando me llegó el mensaje de las teachers de los niños con los pedidos para el Valenine´s Day me di cuenta que aun no había quitado una telaraña del cuarto de Tomy por Halloween y que habían quedado botas de Santa en alguna de las puertas de la casa. Me pregunto cómo será la casa de una Room Mom, ordenada, seguro, y la imagino con todas las temáticas correspondientes para sus niños al tiempo, como en las tiendas. Yo, en cambio, me defino más como una mamá last minute. Y no porque no me interesen las fechas festivas, todo lo contrario, me encantan, pero cuando apenas siento que salimos de una ya estamos cerca de la otra. Cuando yo era chica no tenía tantas celebraciones, aquí los niños siempre tienen fechas especiales, y les fascinan, o al menos los obsequios y los disfraces. San Valentín para mí era una fecha que solo festejaban las parejas enamoradas, de hecho con Julián siempre la usamos como excusa para tener una cita solos,  pero acá aprendí que es algo así como el día del amor, tanto entre parejas, como entre amigos y hermanos. Son esas cosas de este país que me gustan y me divierten, ¡pero me hacen correr a las tiendas! ¿Cómo harán las Room Moms? Porque ellas, además de hacer lo mismo que yo con sus hijos, también se encargan de recordárselo al resto de los papás y de recoger el dinero para otros regalos. Esta vez la Room Mom de Sofi me recordó que tenía que llevarla vestida de rojo (a mí se me había olvidado, pobrecita iba a estar diferente a todos si fuera por mi memoria).

    Finalmente el jueves compré tarjetas y dulces para que llevaran. A Tomy unas de superhéroes, y a Sofi de princesas de Disney. El detalle mamá last minute fue que tuve que esperar a que todos duerman (Julián incuído) para sentarme a escribir el nombre de cada amiguito en las tarjetas. No es la primera vez que espero la tranquilidad de la noche para hacer cosas, (a veces me hago la manicure, pero shhh)

    Cuando los recogí del cole al día siguiente y me dieron sus respectivos regalos, caí en la cuenta de que no había organizado mi noche de San Valentín con Julián. Marta recién había empezado a trabajar en casa esta semana, y por ahora venía bien, puntual, prolija, aunque un poco seria para los niños, pero tenía fé de que con el tiempo iba a adquirir más confianza. Era el primer viernes y aun no habíamos negociado si podía quedarse o no. ¡Qué pereza! Mi día de los enamorados con mi esposo estaba en sus manos. ¿Y si no podía? Eso es lo que más extraño de vivir en mi país. Si una noche no tuviera nanny podría pedirle a mi mamá o a mi suegra que cuiden a los niños. Tampoco era una tragedia, pero no quería perder mi viernes por la noche.

    Llegué a casa y hablé con Marta. Como lo esperaba, justo este viernes no podía, pero prometió que los próximos sí, con gusto. Que esta vez la disculpara, que era por algo familiar. Creo que notó mi desilusión (mis expresiones suelen ser muy transparentes), porque de manera espontánea, me dice: ¿Y mañana? ¿Mañana?, le pregunté yo. Sí, mañana podría venir a quedarme, así usted y su esposo salen juntos por el día de San Valentín. ¡Trato hecho! Sin dudarlo y sin consultar acepté su oferta. Empezaba a tomarle cariño a esta señora.

    Esta semana nuestra noche de viernes fue un sábado. Un sábado genial, en el que nos sentimos como dos adolescentes enamorados. Las celebraciones me hacen correr un poco, a veces me estresan, ¡pero qué bien se siente festejar!

    Ya sé, estoy un poco cursi. Culpa de Cupido. Dios quiera que este torrente de amor me acompañe por varios días más. ¡Hasta la próxima!

    Cata

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