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  • Día de Cata – Invierno

    Un dia en la vida de Cata banner

    Uno de los principales motivos que me animó a vivir en Miami fue el clima. Antes de venir pensaba en lo maravilloso que era dejar de lado las chaquetas pesadas y los sweaters de lana para disfrutar de los días cálidos durante todo el año. Una amiga me había dicho que en invierno refrescaba un poco,  pero que no me recargara las maletas de abrigos porque no los iba a necesitar. Bueno, el jueves y el viernes amanecí y sentí que estaba en New York. ¿Ustedes vieron el frío que hizo?

    Los niños no querían salir de la cama, y menos que menos ir al colegio.  Pero hacerlos faltar no iba a ser una buena idea, tenía cosas por hacer y no podía andar con los dos a cuestas. Así que los abrigué (camiseta sobre camiseta) y, entre pataletas, los llevé a sus respectivas clases. Ah, Julián tampoco quería salir de la cama, me costó trabajo que fuera a la mesa a tomar el desayuno. ¡Extraño tanto esos tiempos en los que podía quedarme durmiendo sin preocupaciones! Pero mi trabajo de mamá no tiene feriados, ni días de enfermedad, y ni soñar con días de pereza por exceso de frío.

    Es curioso como en una ciudad tropical el frío se siente de otra manera. Están aquellos a los que les fascina, porque lo sienten como algo exótico, están los exagerados (sobre todo las mujeres), que apenas la temperatura baja de 60º sacan a relucir sus tapados de piel, están los que lo sufren porque no están acostumbrados, y están los desprevenidos, como yo, que no tenía nada a la mano y mandé a mis hijos prácticamente disfrazados. Yo también salí con un look algo extraño. La única chaqueta que tenía en mi clóset era una de cuero, que no abriga demasiado (la ropa más “invernal” la tengo en maletas en un clóset lleno de otras cosas). La usé con dos sweaters finos debajo, era todo un bocado para Fashion Police.

    Cuando terminé todo lo que tenía que hacer, me quedaba un poco más de una hora para recoger a los niños, y cometí el error de pasar frente a una patisserie con una vitrina de lo más tentadora. ¡Y no me pude resistir! Es que este frío no te permite cuidar la figura. Desde las fiestas (cuando subí las libritas de más que tengo) que quiero hacer dieta, y entre una cosa y otra, nunca arranco. Y para colmo hay ola polar en Miami, ¿así quién puede? Entre una croissant de almendras y una fruta, ¿qué podía elegir? Ya se imaginarán. Julián sutilmente empezó a sugerirme que comiera menos.  Y no hay nada que nos dé más mal genio a las mujeres que estar más gorditas. Hace unos días me enfurecí. Fuimos a comer a García’s y no me dejó pedir mi Key Lime Pie de postre. Pero unos días después quise usar unos jeans que no me entraron, y entendí su “consejo”.

    Cuando pase este frío (ojalá haya pasado para cuando me lean), empiezo la dieta. Mi casa se convertirá en un restaurant, porque los niños deben alimentarse bien (y cada uno tiene sus manias), a Julián no lo conformo con una ensaladita, y yo tengo que hacerme más amiga de los vegetales. Aprovecho que Marta, la señora nueva (que, a propósito, sigue muy bien), no cocina muy rico. Lily hacía unas tostadas francesas deliciosas, y el arroz con coco era su especialidad.

        La próxima semana estaré bajo régimen militar. Ya les contaré.

    ¡Adiós!

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